Es un viernes por la noche, estoy sola en mí apartamento con dos botellas de vino, sirvo una copa y me recuesto en el mueble que está en el balcón; veo el cielo que esta noche esta estrellado. Suspiro, será otra larga noche dónde me debato sí llamarle o no, de preguntarme sí me extraña, aunque sea un poco.
No debería estar pensando en él. Me termino la copa de vino de un sorbo y me sirvo otro, está muy rico. Debajo de el mueble hay como una gaveta, la abro, saco un álbum de fotos que tiene cubierta de libro, en la portada tiene inscrito con letras doradas brillantes: "Para siempre". Comienzo a verlo hay fotos de él y yo juntos en un parque, la playa, el metro, la biblioteca, del mueble dónde estoy sentada. Miro al cielo y ahogo un sollozo, nos veíamos tan felices, como es que terminamos sí nos prometimos un para siempre, supongo nos equivocamos, nos ilusionamos con ese concepto y al final sólo quedaron palabras sin significado, cada quién escogió un camino diferente.
¡Joder! Una lágrima escapa de mis ojos, me molesta y me vuelvo a tomar la copa de vino de un sólo trago, esta vez no relleno la copa sino que tomo directo de la botella. Guardo el álbum en su sitio, me abrazo a mí misma y no puedo soportarlo más, no sé sí es por el vino o porque simplemente ya no puedo hacerme la que no me importa, acepto que lo extraño, necesito sus brazos, sus besos, su aroma, sus ojos y su sonrisa. Dejo mí orgullo de lado y marco su número en mí celular, cae directamente en el buzón de voz, quizás este durmiendo, es tarde; en vez de volver a intentarlo lanzo el teléfono al otro lado de la habitación. Me quedó sentada largo rato, llorando, lamentándome de ser tan tonta y tener un momento de debilidad.
Las nubes esconden a las estrellas parece que va a llover, me he acabado las dos botellas de vino. Como puedo me levanto del mueble para irme a la cama, trastabillo, pero como puedo logro andar, cuándo voy hacia mí cuarto alguien toca el timbre, imagino que ha de ser un borracho que no tuvo infancia, decido ignorarlo, cambio mí ropa por un largo camisón de satén y acomodo la cama; el timbre vuelve a sonar, decido mandar al borracho a dormir y abro la puerta, entonces lo veo, ahí parado en la entrada de mí apartamento con cara de no estar seguro sí fue una buena idea venir aquí, me petrifico, se me olvida como hablar y además no sé que decir, el mueve la cabeza diciendo: -No debí haber venido- da la vuelta y comienza a retirarse, en ese instante recuerdo que en realidad puedo hablar: -Por favor no te vayas- le digo en susurro audible.
Se detiene, en su rostro se dibuja una media sonrisa, puedo ver una chispa de esperanza brillar en sus ojos; abro la puerta y el pasa, pido disculpas por el desastre, él se disculpa por venir tan tarde, le digo que no hay problema, le ofrezco una taza de té, preparo dos tazas, nos sentamos uno al lado del otro pero sin tocarnos, hay silencio por parte de ambos, quiero preguntarle tantas cosas, no me atrevo así que mantengo mí boca cerrada.
Finalizamos nuestro té, me levanto para llevar las tazas a la cocina, pero él me agarra de una mano, siento una corriente eléctrica por todo él cuerpo y con voz ronca me dice:
-No te vayas.
Dejo las tazas en la mesita de centro y vuelvo a sentarme, su mano sigue sosteniendo la mía, no quiero que la suelte, extrañaba su contacto, sus manos son grandes, fuertes y siempre me hacían sentir segura. Suspiro.
-Sé que te preguntas que hago aquí, porque ahora luego de tanto tiempo. Hace tiempo que quería hacerlo, pero tenía miedo de que me lanzaras la puerta en la cara, de que me gritaras, de que no quisieras verme, hasta que me arme de valor y lo hice, te extraño, nunca debí separarme de ti, mis días son grises, sólo pienso en nuestro por siempre, en cuanto te amo y en el miedo que me da haber llegado tarde, de que haya alguien más en tú vida.
No digo nada, sus palabras me han dejado muda. Me mira intensamente, se pasa la mano por el cabello como gesto de frustración:
-¿He llegado tarde verdad? - dice. Niego con la cabeza.
-Entonces ¿Por qué no dices nada?
No sé como decirle que también lo amo, que lo extraño y que esta noche sólo había pensado en él. Soy incapaz de decir una palabra coherente, así que me acercó más a él y con mí mano libre acaricio el contorno de sus ojos, sus mejillas con una breve sombra de barba, me pierdo en sus ojos, acerco suavemente mis labios a los suyos y lo beso suave, lento como si no importara el tiempo, sus labios son cálidos, se amoldan perfectamente a los míos, nuestras lenguas se encuentran, nos besamos intensamente, sus manos están por todos lados de mí cuerpo, las mías en el suyo. Hacemos el amor con una pasión como nunca antes, entregándonos en cuerpo y alma. Nos quedamos abrazados:
- Entonces, ¿Aún me amas?- pregunta tímidamente.
- Sí, nunca he dejado de hacerlo- digo por fin con una enorme sonrisa.
Volvemos a besarnos.
-Nunca más volveremos a separarnos, esta vez estaremos juntos Para Siempre- dice entre besos. Estoy muy feliz y contesto:
- Para Siempre.
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